Thursday 3 November 2011

Los que miran


No sé cómo llegamos acá. Cuando desperté simplemente estábamos aquí, apartados. Ellos tenían miedo, más que nosotros (aunque no puedo decir que yo tenía miedo, en realidad, apenas entendía qué estaba pasando). Todos se miraban entre sí, como amenazándose brutalmente. Yo miraba confundida y azorada, ¿qué querían estos locos que se paraban enfrente nuestro de aquella manera? ¿Y si de una momento a otro, por algún extraño capricho, me doy media vuelta y me voy? ¿Qué harían? ¿Saltar salvajemente encima mío? Creo, al fin y al cabo, que todos nosotros estamos disparatadamente locos, no sería justo tildarlos sólo a ellos de poco cuerdos.
Si pudieran ver, bah, que ver, si pudieran vivir esta escena como yo lo estoy haciendo, seguramente más de uno estallaría en carcajadas sin poder creer lo insólito de esta situación.
Nos miramos fijamente. Nadie se mueve. Todos inmóviles. Cuesta creerlo, pero es así, ¿para qué te voy a mentir?
            Parece que estamos ante el fin del mundo. Ahora yo tampoco puedo apartar la mirada de ellos. Los miro intensamente, como devorándomelos. El silencio recorre mis venas y poco a poco me aparta de mí misma. Pierdo el control de mi cuerpo como una marioneta; ya no me puedo mover, apenas respiro. Lentamente mis pensamientos dejan de pertenecerme. Es un vacío interno, es frío, es un vacío…
           
Un ojo, y el vientre, y una mirada que me recorre y me inquieta. El sol con el grito de la humanidad, la razón que persigue infatigablemente. El aire del mar y su sal conmovedora. La eternidad costumbrista, la inmensidad de la luna. La asquerosa sensación de no saber por dónde ir, ni a dónde ir. Sentirse perdido en el centro de nuestra alma. Correr caminando. Saber que nunca llegaremos a ningún lugar. Agitarse inmóvilmente, y todos los mente que carcomen el cerebro de las personas pensantes. Un relámpago que atraviesa la pared y nos impacta con su extrema oscuridad. Y las incongruencias de la vida que nos abruman sin que nos demos cuenta. La razón perdida ya no nos persigue, se vuelve insensatez y se esfuma.

Se acaba el tiempo.

Y, de repente, abrí los ojos. Los de enfrente ya no nos miraban y yo ya no los miraba a ellos. Todo eso se había acabado. Nunca entendí cómo ni por qué. Quizás algún día todo vuelva a suceder, o quizás no. No viene al caso. Como dije, el tiempo se acabó. No quiero despertar… en todo caso, no querría haber despertado jamás.

Monday 12 September 2011

Recorriéndonos


Cuántas veces sentimos que la vida se nos va por entre las manos, que no hacemos lo que realmente queremos, que la vida nos avasalla con su ritmo exorbitante; nunca hay tiempo para darnos tiempo a nosotros mismos, ¿cómo encontrarnos en esta habitación tan grande? A veces pienso que nunca llegaremos a conocernos plenamente, que el misterio más profundo de nuestro ser jamás será develado. La oscuridad nos pisa los talones, nos persigue riéndose de nosotros y promete nunca detener su acción roedora. ¿Y si yo quiero darle luz a todo esto que somos nosotros? ¿Si yo quiero conocerme, entenderme, y, quizás, amarme? ¿Cómo hago? ¿Podré? ¿Podrá alguno?
            Y me quedo callada cuando entiendo que no sé en qué consiste todo esto, no sé ni cómo ni dónde empezar, quiero encontrar luz, pero sólo encuentro más oscuridad. ¿Qué nos lleva a actuar de la manera en que lo hacemos? ¿Por qué elegimos ciertas cosas y no otras? Serán las circunstancias, el momento, el día, la tristeza, la alegría, el dolor, la verdad, la mentira. No sé, a veces creemos que nuestros valores son los que realmente valen la pena, pero ¿quién nos da esa certeza? Estamos tan convencidos de que todas nuestras creencias son las verdaderas, hasta que un día sucede algo y todo aquello que sosteníamos como único e indiscutible es derribado de ese podio en el que lo habíamos ubicado. Todo nuestro mundo se da vuelta, nos sentimos apresados en el miedo, en la inseguridad, queremos gritar porque ya no sabemos qué más hacer.
Damos ese grito finalmente, con lágrimas en los ojos, enervados porque ya no entendemos nada y tampoco queremos hacerlo. Vagamos por la vida ensimismados, con un halo de dejadez, intentando encontrar nuestro centro, nuestra esencia. Queremos seguir creyendo esa mentira que siempre creímos: que nos conocíamos a nosotros mismos, que sabíamos quiénes éramos, que sabemos qué queremos ser.

¿Quién te dijo, pibe, que eso era verdad?

Nadie, nadie nunca te certificó nada. Seguimos en la misma de antes; en el medio de la nada, sentados al lado de nosotros mismos sin poder hablarnos, sin siquiera poder mirarnos, pero llenos de curiosidad, muriéndonos de ganas de voltear la cara y descubrir quién es ese que está a nuestro lado. Pero, cuando lo hacemos, ¿qué crees que sucede? Simplemente te das cuenta que ya no hay nadie allí, que volteaste el rostro muy tarde y estás sólo, en una habitación espejada, con mil ojos que te miran sin realmente verte. Vos te mirás, pero no te encontrás, ese espejo te engaña porque no refleja tu rostro, sino aquello que algún día quisieras ser. Mirate, querido, no te pierdas este show; vos sabés bailar muy bien. 

Wednesday 17 August 2011

Destinados a la vida


Te fuiste dibujando en mi horizonte de una manera suave e imperceptible. Yo venía embargada en no sé que historias, alterada, decepcionada e iracunda. Vos estabas parado allí, desde hace tiempo, sin siquiera que yo te perciba. Vos tampoco me percibías a mí. Éramos dos almas que caminábamos de la mano sin mirarnos; lado a lado sin sentirnos. El destino misterioso nos tocó de improviso para poder corretear como un niño travieso en nuestras vidas. Cada cual buscaba algo, yo quería olvidar y vos, no sé que querías, pero algo entramabas desde hace tiempo. Zigzagueantemente nos encontramos a la vuelta de nuestros deseos, perdidos en el medio de un bosque oscuro que nos helaba. Nos reconocimos, pero aún ignorábamos que hace tiempo ya que andábamos la vida tomados de la mano. Es que dos personas que buscan sin encontrar, abrazan la respuesta que primero quiso hacerse ver. Mutuamente fuimos nuestras respuestas.
            Cuando entendimos por fin que el destino nos llevaba de la mano, nos sujetamos más fuertemente para comenzar el viaje desquiciado de la pasión. Nos ahogamos en la alegría momentánea, alejándonos de la realidad para descubrir el intenso sabor de la locura acompañada. Las voces silenciosas del mundo revoloteaban a nuestras espaldas matizando nuestro andar.  Pero un día tu mano comenzó a soltarse de la mía, como si ya no reconocieses en mí eso que antes tanto te había gustado. Y sin saberlo, me quedé sentada en la estación, anhelando que el tren al cual te habías subido volviese lo antes posible. Esperar es largo y agotador, y yo esperaba en vano.
            Nunca quise dejarte ir, pero la historia se quiso contar de otra manera. El destino es dueño de si mismo y él quiso corretear a nuestro lado para llevarte consigo en aquél tren. Vos te fuiste con él, aventureros ambos y dispuestos a conquistar lo desconocido. Yo aprendí a olvidarte, sin quererlo, y mi memoria se fue desprendiendo de a poco de tus miradas, de tus caricias. Abandoné la estación, ya no quise encontrarme más allí, sentada, esperando. Aunque reconozco que alguna que otra vez vuelvo a espiar por la puerta, esperanzada. Yo no sé que querrá el destino, tan pícaro y malévolo con los que gusta… pero cuando ese tren vuelva, si es que vuelve, yo estaré esperando para, de un zarpazo, alejar a ese maloliente y desenfrenado destino errado de mi historia. Vos harás lo que quieras, nadie te obliga a ser lo que antes eras; yo solo quiero patear grotescamente al destino y desquitarme por haberme robado lo que una vez me dio. Pero la vida es así, te da y te quita sin pedirte permiso ni pedirte perdón. Es hora de que aprendamos que nada es para siempre, las cosas deben ser soltadas en su justo momento, ni más ni menos. Yo aprendí (¿aprendí realmente?) a la fuerza. 

Monday 15 August 2011

Navegando a mar abierto


            A veces pasa, de una día para el otro el mundo se nos da vuelta y ya no sabemos nada acerca de nosotros. Como un remolino nos enroscamos en el devenir de la vida y nos ahogamos en las mareas salvajes de la tempestad. No tenemos de donde aferrarnos, navegamos asustados, alterados, no podemos detener aquello que nos embistió. Pensamos que tan pronto cese el desquicio vamos a cambiar nuestras vidas, a tomar un rumbo diferente, pero luego olvidamos todas las promesas que hacemos y seguimos estancados en las mismas miserias de siempre. Así es la vida, tan inesperada que nos deja boquiabiertos con cada nueva dirección que toma. Y uno nunca esta preparado para hacerle frente, siempre carecerá de las herramientas necesarias para poder protegerse del dolor, de la tristezas, de la angustia, de la locura, de la soledad y aún incluso de la felicidad. Aprendimos a leer y a escribir, sí, y qué tan felices nos hizo aquello, pero jamás nos enseñaron a navegar por el río escandaloso de la vida. Y cuando creemos encontrar el secreto, ¡saz!, de un zarpaso el destino nos lo quita, lo vuelve inválido. 

Sueño


Me dijiste que nada de eso importaba, que todo sería diferente. Sin embargo, acá estamos, vos y yo, sentados esperando que el tiempo borre las lágrimas. Tu mano se sentía tan áspera, tan lejos, pero igual a mí me gustaba sujetarla; sentirte cerca. Me miraste a los ojos y me perdiste en todas tus mentiras que estaban envueltas en el silencio opaco de la noche. Todos nos miraban porque parecíamos de otra época, de otro lado, de otra dimensión. Pero tuvo que volver… hizo falta su voz, únicamente, para que despertaras. Tenías que irte con ella, aunque me prometiste que no la volverías a ver. Soltaste mi mano y me dijiste “no es nada, no es nada”, pero ahora sólo recuerdo tu figura caminando hacia allí. Y yo me volví sola, en ese tren destartalado, con miedo a entender lo que realmente había pasado. Y a la vuelta de la esquina de mi casa un camión me esperaba con impaciencia. Era la hora de entrar a saquear y faltaba yo, que nada tenía que ver con nada.
            Y luego, al despertar, la miseria. Miedo y tristeza a la vez. Tan vívido, tan vívido. Ojala pudiera volver a tocar tu mano de aquella manera. 

Caos Monótono


Quiero romper los límites, salirme de esta monotonía. Quiero ser libre, ¡quiero sentirme libre! No quiero que mi racionalidad me oprima, que me encierre injustamente en este cartón cuadrado. Quiero vivir, como si la vida fuera una locura insaciable, donde innumerables puertas se abren y nos dejan ver la luz que antes no veíamos. Quiero ser otra cosa… sentir el placer fulgurante de lo desconocido. Arrojarme a la incertidumbre como a una pileta llena de oportunidades.
Una y otra vez puedo ver la puerta que se abre y me invita… Yo la miro- todos la miramos ¿no es así?- pero no sé cómo hacer, cómo llegar. El primer paso es un precipicio. Mis pies tocan el borde rozando la desgracia de la caída. Pienso cómo hacer. Pero, ¡no! Esa voz racional nuevamente se apodera de mí y entonces, entonces la puerta se cierra y desaparece… la luz se opaca. La rutina me arrastra como a Héctor, el héroe Troyano que inertemente se deja manipular por la soga que sujeta sus pies. La tierra en la cara me lastima, como a él, los golpes se ríen de mí. Todo es otra vez como siempre fue.
Hasta que un día lo entendí. Yo soy mi propia condena. 

El aire de la soledad


Por fin pasó. Tenía que pasar. No se puede parar el transcurso del tiempo… una vez que empieza el conteo, la arena cae por la rendija. Sólo podemos mirar y esperar. Y cuando pasa, ya pasó y todos pretenden que nos sea fácil cerrar una etapa. Todos te miran desde afuera, abren sus ojos como dos globos y sienten pena por vos.
            Se construye una puerta de cristal… yo la llamo tiempo y mar. Te puedo ver desde tan lejos, pero ¿vos me ves a mí? Era de esperarse, yo fui un momento pasajero sin etiqueta de valor. Camina rápido, así te pierdo, que es más fácil ser feliz si no te escucho. Y en un año ¿quién me asegura tu vuelta? Y aunque vuelvas, ¿qué será de vos? ¿y de mí? ¿seremos lo mismo de antes? ¿querremos lo que hoy no podemos tener? Se dibuja el tablero en el cielo y los dados los tira el destino. Se ríe porque sabe que el azar juega con nosotros y que vos te alejas de la realidad. ¡Corre, por favor! Todavía tenes tiempo.
            Hoy siento un vacío profundo, mañana ya no sé qué será. Quizás me convierta en Cleopatra y me ponga a tocar un Jazz. Soy libre en la tierra del olvido, en esa patria que no es casa sin vos.