No sé cómo llegamos acá. Cuando
desperté simplemente estábamos aquí, apartados. Ellos tenían miedo, más que
nosotros (aunque no puedo decir que yo tenía miedo, en realidad, apenas
entendía qué estaba pasando). Todos se miraban entre sí, como amenazándose brutalmente.
Yo miraba confundida y azorada, ¿qué querían estos locos que se paraban
enfrente nuestro de aquella manera? ¿Y si de una momento a otro, por algún
extraño capricho, me doy media vuelta y me voy? ¿Qué harían? ¿Saltar
salvajemente encima mío? Creo, al fin y al cabo, que todos nosotros estamos
disparatadamente locos, no sería justo tildarlos sólo a ellos de poco cuerdos.
Si pudieran ver, bah, que ver, si pudieran vivir esta escena
como yo lo estoy haciendo, seguramente más de uno estallaría en carcajadas sin
poder creer lo insólito de esta situación.
Nos miramos fijamente. Nadie se
mueve. Todos inmóviles. Cuesta creerlo, pero es así, ¿para qué te voy a mentir?
Parece que
estamos ante el fin del mundo. Ahora yo tampoco puedo apartar la mirada de ellos.
Los miro intensamente, como devorándomelos. El silencio recorre mis venas y
poco a poco me aparta de mí misma. Pierdo el control de mi cuerpo como una
marioneta; ya no me puedo mover, apenas respiro. Lentamente mis pensamientos
dejan de pertenecerme. Es un vacío interno, es frío, es un vacío…
Un ojo, y el vientre, y una mirada que me recorre y me inquieta. El sol
con el grito de la humanidad, la razón que persigue infatigablemente. El aire
del mar y su sal conmovedora. La eternidad costumbrista, la inmensidad de la
luna. La asquerosa sensación de no saber por dónde ir, ni a dónde ir. Sentirse
perdido en el centro de nuestra alma. Correr caminando. Saber que nunca
llegaremos a ningún lugar. Agitarse inmóvilmente, y todos los mente que
carcomen el cerebro de las personas pensantes. Un relámpago que atraviesa la
pared y nos impacta con su extrema oscuridad. Y las incongruencias de la vida
que nos abruman sin que nos demos cuenta. La razón perdida ya no nos persigue,
se vuelve insensatez y se esfuma.
Se acaba el tiempo.
Y, de repente, abrí los ojos. Los
de enfrente ya no nos miraban y yo ya no los miraba a ellos. Todo eso se había
acabado. Nunca entendí cómo ni por qué. Quizás algún día todo vuelva a suceder,
o quizás no. No viene al caso. Como dije, el tiempo se acabó. No quiero
despertar… en todo caso, no querría haber despertado jamás.
No comments:
Post a Comment