Wednesday 17 August 2011

Destinados a la vida


Te fuiste dibujando en mi horizonte de una manera suave e imperceptible. Yo venía embargada en no sé que historias, alterada, decepcionada e iracunda. Vos estabas parado allí, desde hace tiempo, sin siquiera que yo te perciba. Vos tampoco me percibías a mí. Éramos dos almas que caminábamos de la mano sin mirarnos; lado a lado sin sentirnos. El destino misterioso nos tocó de improviso para poder corretear como un niño travieso en nuestras vidas. Cada cual buscaba algo, yo quería olvidar y vos, no sé que querías, pero algo entramabas desde hace tiempo. Zigzagueantemente nos encontramos a la vuelta de nuestros deseos, perdidos en el medio de un bosque oscuro que nos helaba. Nos reconocimos, pero aún ignorábamos que hace tiempo ya que andábamos la vida tomados de la mano. Es que dos personas que buscan sin encontrar, abrazan la respuesta que primero quiso hacerse ver. Mutuamente fuimos nuestras respuestas.
            Cuando entendimos por fin que el destino nos llevaba de la mano, nos sujetamos más fuertemente para comenzar el viaje desquiciado de la pasión. Nos ahogamos en la alegría momentánea, alejándonos de la realidad para descubrir el intenso sabor de la locura acompañada. Las voces silenciosas del mundo revoloteaban a nuestras espaldas matizando nuestro andar.  Pero un día tu mano comenzó a soltarse de la mía, como si ya no reconocieses en mí eso que antes tanto te había gustado. Y sin saberlo, me quedé sentada en la estación, anhelando que el tren al cual te habías subido volviese lo antes posible. Esperar es largo y agotador, y yo esperaba en vano.
            Nunca quise dejarte ir, pero la historia se quiso contar de otra manera. El destino es dueño de si mismo y él quiso corretear a nuestro lado para llevarte consigo en aquél tren. Vos te fuiste con él, aventureros ambos y dispuestos a conquistar lo desconocido. Yo aprendí a olvidarte, sin quererlo, y mi memoria se fue desprendiendo de a poco de tus miradas, de tus caricias. Abandoné la estación, ya no quise encontrarme más allí, sentada, esperando. Aunque reconozco que alguna que otra vez vuelvo a espiar por la puerta, esperanzada. Yo no sé que querrá el destino, tan pícaro y malévolo con los que gusta… pero cuando ese tren vuelva, si es que vuelve, yo estaré esperando para, de un zarpazo, alejar a ese maloliente y desenfrenado destino errado de mi historia. Vos harás lo que quieras, nadie te obliga a ser lo que antes eras; yo solo quiero patear grotescamente al destino y desquitarme por haberme robado lo que una vez me dio. Pero la vida es así, te da y te quita sin pedirte permiso ni pedirte perdón. Es hora de que aprendamos que nada es para siempre, las cosas deben ser soltadas en su justo momento, ni más ni menos. Yo aprendí (¿aprendí realmente?) a la fuerza. 

Monday 15 August 2011

Navegando a mar abierto


            A veces pasa, de una día para el otro el mundo se nos da vuelta y ya no sabemos nada acerca de nosotros. Como un remolino nos enroscamos en el devenir de la vida y nos ahogamos en las mareas salvajes de la tempestad. No tenemos de donde aferrarnos, navegamos asustados, alterados, no podemos detener aquello que nos embistió. Pensamos que tan pronto cese el desquicio vamos a cambiar nuestras vidas, a tomar un rumbo diferente, pero luego olvidamos todas las promesas que hacemos y seguimos estancados en las mismas miserias de siempre. Así es la vida, tan inesperada que nos deja boquiabiertos con cada nueva dirección que toma. Y uno nunca esta preparado para hacerle frente, siempre carecerá de las herramientas necesarias para poder protegerse del dolor, de la tristezas, de la angustia, de la locura, de la soledad y aún incluso de la felicidad. Aprendimos a leer y a escribir, sí, y qué tan felices nos hizo aquello, pero jamás nos enseñaron a navegar por el río escandaloso de la vida. Y cuando creemos encontrar el secreto, ¡saz!, de un zarpaso el destino nos lo quita, lo vuelve inválido. 

Sueño


Me dijiste que nada de eso importaba, que todo sería diferente. Sin embargo, acá estamos, vos y yo, sentados esperando que el tiempo borre las lágrimas. Tu mano se sentía tan áspera, tan lejos, pero igual a mí me gustaba sujetarla; sentirte cerca. Me miraste a los ojos y me perdiste en todas tus mentiras que estaban envueltas en el silencio opaco de la noche. Todos nos miraban porque parecíamos de otra época, de otro lado, de otra dimensión. Pero tuvo que volver… hizo falta su voz, únicamente, para que despertaras. Tenías que irte con ella, aunque me prometiste que no la volverías a ver. Soltaste mi mano y me dijiste “no es nada, no es nada”, pero ahora sólo recuerdo tu figura caminando hacia allí. Y yo me volví sola, en ese tren destartalado, con miedo a entender lo que realmente había pasado. Y a la vuelta de la esquina de mi casa un camión me esperaba con impaciencia. Era la hora de entrar a saquear y faltaba yo, que nada tenía que ver con nada.
            Y luego, al despertar, la miseria. Miedo y tristeza a la vez. Tan vívido, tan vívido. Ojala pudiera volver a tocar tu mano de aquella manera. 

Caos Monótono


Quiero romper los límites, salirme de esta monotonía. Quiero ser libre, ¡quiero sentirme libre! No quiero que mi racionalidad me oprima, que me encierre injustamente en este cartón cuadrado. Quiero vivir, como si la vida fuera una locura insaciable, donde innumerables puertas se abren y nos dejan ver la luz que antes no veíamos. Quiero ser otra cosa… sentir el placer fulgurante de lo desconocido. Arrojarme a la incertidumbre como a una pileta llena de oportunidades.
Una y otra vez puedo ver la puerta que se abre y me invita… Yo la miro- todos la miramos ¿no es así?- pero no sé cómo hacer, cómo llegar. El primer paso es un precipicio. Mis pies tocan el borde rozando la desgracia de la caída. Pienso cómo hacer. Pero, ¡no! Esa voz racional nuevamente se apodera de mí y entonces, entonces la puerta se cierra y desaparece… la luz se opaca. La rutina me arrastra como a Héctor, el héroe Troyano que inertemente se deja manipular por la soga que sujeta sus pies. La tierra en la cara me lastima, como a él, los golpes se ríen de mí. Todo es otra vez como siempre fue.
Hasta que un día lo entendí. Yo soy mi propia condena. 

El aire de la soledad


Por fin pasó. Tenía que pasar. No se puede parar el transcurso del tiempo… una vez que empieza el conteo, la arena cae por la rendija. Sólo podemos mirar y esperar. Y cuando pasa, ya pasó y todos pretenden que nos sea fácil cerrar una etapa. Todos te miran desde afuera, abren sus ojos como dos globos y sienten pena por vos.
            Se construye una puerta de cristal… yo la llamo tiempo y mar. Te puedo ver desde tan lejos, pero ¿vos me ves a mí? Era de esperarse, yo fui un momento pasajero sin etiqueta de valor. Camina rápido, así te pierdo, que es más fácil ser feliz si no te escucho. Y en un año ¿quién me asegura tu vuelta? Y aunque vuelvas, ¿qué será de vos? ¿y de mí? ¿seremos lo mismo de antes? ¿querremos lo que hoy no podemos tener? Se dibuja el tablero en el cielo y los dados los tira el destino. Se ríe porque sabe que el azar juega con nosotros y que vos te alejas de la realidad. ¡Corre, por favor! Todavía tenes tiempo.
            Hoy siento un vacío profundo, mañana ya no sé qué será. Quizás me convierta en Cleopatra y me ponga a tocar un Jazz. Soy libre en la tierra del olvido, en esa patria que no es casa sin vos.