Friday 1 October 2010

Los desquiciados

Y a veces parece que todo es un juego. La vida pende de un hilo, tan frágil, tan corto… Una vuelta a la manzana y siete veces el alma se nos va del cuerpo; ya no quiere ver más, ya no quiere entender, ¡todo es tan oscuro! Las noches se vuelven enigmas, ¿volveremos hoy a dormir a casa? Quién sabe…
            Nosotros salíamos para divertirnos, ellos, los desquiciados, quisieron divertirse también. Entonces sucede algo abrupto que nos deja en pánico... es como si siempre nos hubiesen estado esperando, allí, en el rincón de la muerte, para abrigarnos con sus tapados diabólicos, macabros. Uno, que suele venir distraído pensando en la risa de su amigo que le festejó el chiste hasta hace un momento y anhela perderse en lo onírico y volar, de repente se olvida hasta de su nombre, porque ya no sabe qué ocurrirá. Una vuelta a la manzana, se los dije, y el alma se nos va.
            Tu nombre y apellido, qué tan poco les pueden importar, solo quieren más crueldad. Son devotos de Santo Diablo y a él te quieren entregar. Absorben tu sangre, la liquidan… uno más para despachar.
            ¿Qué satisfacción, Dios, reciben estos desquiciados? Santo Diablo los pudre, los envenena, los corrompe, y ellos, como tuertos pusilánimes se dejan manipular.
            Los jóvenes que bien se acuerdan de tu voz, se agitan embravecidos sin poder entender por qué la humanidad alimenta seres tan repugnantes, asquerosos, como ellos, que un día te hicieron desaparecer. Pero, claro, ellos se ríen mientras pitan un cigarrillo (el humo los asfixia y no los deja pensar); nosotros flaqueamos porque te robaron tus sueños y ya no estás más. Welcome to the jungle, dijo alguien alguna vez, bienvenidos al Infierno Argentino, digo yo, porque así es.