Friday 10 September 2010

Nubes de un cielo que duerme

Estoy perdida en las nubes de un cielo que duerme. No logro comprender cómo es que he llegado, si el vuelo fue por una ráfaga o si las alas de la vida me tumbaron hasta este extremo. Soy una vagabunda sin noción del tiempo. El sol y la luna se mantienen siempre igual, varados extrañamente en un punto distante del vasto universo. ¿Cuándo se moverán, qué será de ellos?
Son como dos espinas constantes que me hincan el alma y zarandean el dolor por todo mi cuerpo. El recuerdo y sus miserias me vuelven a hacer discípula de sus doctrinas. Y entonces vuelo arrastrada fugazmente, coleccionando flores que pinchan en el centro del pecho, produciendo un hueco doloroso y oscuro. A veces intento respirar y el vacío que inunda mis heridas no me deja. Todo se convierte en un surtido de imágenes, en donde vos y yo sabemos poco de este arte. Y con el soplo de una brisa, de una pequeña brisa, vuelve el aroma de tu sangre a invadir mi mente y mi cuerpo.
Debí aprender a olvidar… pero ese es un juego al que no se jugar. Nunca me enseñaron que el amor era tan irrefrenable; una vez que se tropieza con él, volver a levantarse arde en los pulmones como el fuego.
Vos te vas igual, aunque yo cante tan triste y perdida. Y un día se acabó, ¿ya se acabó? Y es el mundo que gira y me dice que todo fue tan irreal… tan irreal como el tiempo que pasa y no perdona deseos. Y vos te volves con el sobre lleno, contento porque hay vida en vos, más que antes. Yo, en cambio, quedo abandonada, sin rumbo y vengo a volar en nubes que no conocen mi piel. A veces salto y me acuño en un borde, pero ya todo es lo mismo. Llueve y vos no estas allí, ¿a dónde te habrás ido?

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