A pedido de María Chobadindegui, esta oda fue inspirada en algunas poesías románticas (de allí su tono grasa jaja). Para que se deleiten riéndose un rato:
Tu nombre suena
cual serenata de amor
en mis oidos.
Candente color marrón
que se esboza en tu piel,
dibujas mi suerte
sin siquiera saberlo.
¡Oh, María! Eres
mi dulce agonía.
Susurras sigilosas sonrisas,
tus labios se curvan al son de la luna.
El aire tímido se torna,
el tiempo tararea tu melodía.
¡Oh, María! Tú,
mi dulce agonía.
Y el cielo suspira
cuando cuenta se da
que un ángel se ha caído
de su reino imperioso.
Eres tú, altizonante mujer,
el gran cádiz de mi porvenir.
Suena tu nombre
¡Oh, María!
y el resto ya no es nada,
tú eres la lumbre de mis ojos,
la razón de mi existir.
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