Thursday 12 August 2010

Rostros desconocidos

Entre tantos rostros desconocidos no me encuentro. Vuelo entre experiencias que no comparto, saboreo el tibio y frágil sentimiento de no ser conocida, de volver a empezar, de ser otra desde todo aquello que fui y que ya no importa. Los amigos, tan importantes para llegar a la cima de la pertenencia, se resbalan por mis dedos como agua y de pronto ya no sé si el rostro que recuerdo pertenece a ésta o aquélla situación. Recuerdo risas y abrazos y días nublados con dulce de leche… hay veces que ya ni eso recuerdo y todo es una nube gris que revolotea por mi cabeza. No es triste, más bien diferente, nuevo. Es como querer saltar de nube en nube sin antes haber aprendido a volar. Pero los rostros desconocidos bailotean como humo frente a mí y poco a poco van adquiriendo ese entusiasmo y placer que provoca el reconocimiento. Ya no son figuras, son nombres, nombres con personalidad y carácter; almas formadas lejos de mí, pero que hoy la vida trajo a mi lado para compartir un par de pasos en este camino a libro abierto.
-Señor, ¿usted sabe llegar al monte del perdón? Hace rato que cargo con esta mochila y la quiero despachar…
-No, disculpe señorita, pero no he andado por esos prados aún; aunque escuché que acá a la vuelta del edificio de la experiencia vive un hombre bastante sabio que conoce casi todo el barranco del camino de la vida. Quizás él pueda ayudarla.
Y un gracias se resbala de mi boca, casi sin pensarlo. El edificio de experiencia y otro extraño más que, quizás, pueda ayudarme o, quizás, sea otra pérdida de tiempo como los lapsos vacíos de contenido. Yo no sabré llegar sola allí arriba, pero ¿qué tan difícil puede ser cargar con mi mochila, sola, si yo fui la que la llene de incongruencias antes de empezar el viaje?
Y el vaivén continúa. Es difícil no reírse cuando sabemos que todos estamos encaminados de la misma manera, pero solo algunos encuentran la puerta que los lleva allí, donde cada uno tiene que estar.

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