Wednesday, 26 August 2009

Será que somos inhumanos

¿Qué está pasando con nosotros? ¿acaso somos tan inútiles como para no entender que somos la razón de muchas de las atrocidades que suceden? ¿Por qué somos tan crueles con nuestros prójimos y sólo nos valemos por nosotros mismos? ¿acaso llegó el momento en que nos podemos designar como inhumanos?

Esas cuestiones me rumiaban por la mente mientras estaba sentada en un banco, aspirando suavemente el humo inerte de mi cigarrillo. Mis pensamientos daban vueltas y se detenían, examinando rigurosamente, descartando y alabando conclusiones extrañas pero a la vez posibles… y todo esto sucedía a la par de la ciudad y de su vida. Mientras un hombre paseaba los perros y maldecía su destino acarreando, con todas sus fuerzas, a las indómitas bestias, yo me enfurecía por el niño callejero que caminaba arrastrando los pies e intentaba conmover, con su mirada desolada, a cualquiera que fuese capas de tirarle una moneda entres sus dedos. Así también, algunos remaban por el río y otros corrían, intentando alcanzar su meta, y yo pretendía encontrar una respuesta, saber la razón, el porqué del niño y su estado… ¿por qué? Y entonces pensaba, “que gracia me da esto”. Darme cuenta que uno puede estar al borde del abismo, inmersa en las grandes cuestiones, arrancándose el alma de la desesperación, con tal de darle la vuelta al asunto y otros… los otros siguen con su rumbo… el mundo sigue girando, indiscriminadamente, y a nadie le importa el resto. Que gracia me da (por no decir que bronca) que todos seamos tan ignorantes como para no darnos cuenta que el maldito hombre que esta a nuestro lado sufre y ¡con razón! si esta vida lo ha sacudido injustamente, obligándolo a mendigar por las calles y nosotros… nosotros que nos abstenemos a ponernos serios y a ignorar, sí, a ignorar su cara, su mirada invadida por la tristeza y la desdicha.
Por eso a veces siento este cosquilleo desgarrador, ¿es que acaso nadie entiende? Si es tan fácil… es solo cuestión de abrir los ojos y ver, ver más allá de uno mismo, sorprenderse por la cotidianeidad de las cosas, amargarse por entender que la angustia no es sólo mía, sino de todos. La diferencia es que yo le di cabida y ellos… ellos la absorbieron como algo más que ha de suceder, porque ¿cómo? ¿esto no fue siempre así? Eso es lo que pasa, todos miran como un ciego cuando les conviene y cuando no, ¡que abiertos que están los ojos y con cuanta luz pueden ver!
Y el mundo sigue siendo igual de gris, tanto como antes o quizás peor… y nosotros seguimos igual, aspirando la desgracia, como si fuese el humo de mi cigarrillo, y nos regocijamos del inmenso placer que eso nos da.

No comments:

Post a Comment